EL PAIS QUE NO AMA A LAS MUJERES





Por Mercedes Del Pozo

mer_delpozo@yahoo.es





Este artículo fue publicado en la edición impresa No.52 de Revista Perro Bravo en el 2017. Lo re-publicamos en el nuevo sitio web porque, como en muchos otros casos, el crimen contra las niñas sigue sin recibir justicia... y muy a propósito de la inevitable pérdida de inmunidad del ex presidente Morales.



El asesinato de las 40 niñas en el mal llamado Hogar Seguro, dado que nunca fue ni una cosa ni la otra, ha vuelto a hacer sobresalir a Guatemala como noticia internacional por femicidio. Pasé 10 años en Guatemala, de los mejores de mi vida, y tengo un maravilloso hijo guatemalteco. Amo Guatemala, un país que me dio momentos muy felices, grandes amigos, hermanos y hermanas de vida, y momentos muy tristes, pasando por ser testigo de encapuchados, linchamientos, agresiones y sufrir el asesinato de un ser querido y otros de conocidos (una realidad mucho más benigna que la de la mayoría de guatemaltecas y guatemaltecos). Me fui por muchas razones, pero dos primaban por encima de todas: mi familia, quería que mi hijo disfrutara de ella y viceversa; y la violencia, no quería que mi hijo creciera en un país donde la misma se masca en cada instante, y donde el futuro está seriamente hipotecado.


Y nos fuimos. Con tristeza, pero con la esperanza que tiene cualquier emigrante (pues emigrante soy en mi propia tierra) de tener un futuro mejor. La noticia de las niñas me desgarró el alma. Lejos de sentir una cierta alegría por haber dejado Guatemala, sentí decepción, tristeza, rabia, de que cada día la realidad de este bello país me confirme una de las razones que me empujó a dejarlo.


Violencia, impunidad, inseguridad, corrupción, grosero descaro de las clases dirigentes: la “disque” política, y los que están detrás de la misma, militares y finqueros de un país que se desangra ante sus ojos, y que desprecian sin pudor. Sólo estos calificativos pueden hacerme comprender cómo es posible, que ante los gritos de desesperación de niñas y adolescentes que estaban muriendo quemadas, sus verdugos y testigos NO ABRIERON LA PUERTA. Las dejaron morir, despiadadamente, sabiéndose amparados en la ineficiencia de un sistema que ignora la vida de las más miserables.





¿Qué tipo de personas pueden “custodiar” a otras de esa manera? ¿qué tipo de personas trabajaban en esa institución y en las demás responsables de darles una seguridad que desesperadamente ya fueron a buscar a la misma calle? ¿qué tipo de personas han permitido que todo esto ocurriera por incumplimiento de sus funciones? ¿dónde están las sanciones para todos los responsables? ¿cuántos menores más están viviendo este infierno en vida en otras instituciones similares? ¿qué se está haciendo al respecto? ¿cómo es posible que no se haya producido ya una catarsis institucional que indicase al menos que realmente están ustedes, los dirigentes, consternados de lo que ha pasado y con la firme voluntad de que no vuelva a pasar? Son preguntas cuyas respuestas ya conocemos, pero da miedo verbalizarlas. Y en ellas, en esas respuestas no mencionadas, se encuentra la cara oculta (¿qué tan oculta?) de nuestra querida, humillada y maltrecha Guatemala.


Sí señor presidente (*). El Estado es responsable de estos hechos, de estos nuevos asesinatos de mujeres. Es responsable porque, entre otras muchas razones, estaban bajo su custodia. Y usted es el responsable último de la cadena de atrocidades cometidas. Señor Presidente, deje ya su profesión a un margen y tenga la dignidad de trabajar por el país que representa. Asuma y depure responsabilidades. Dé un poquito de esperanza a un país que muere cada día con cada muerte de una de nosotras.


(*) Ahora ex presidente de Guatemala, Jimmy Morales.